La entretenida
Jornada primera
[Escena 4]
172rEntran Marcela y Dorotea, su doncella.
Dor.
Dime señora:
¿qué muestra495
te ha dado tu hermano [tal]
,
que sea indicio y señal
de alguna intención siniestra?
No puedo darme a entender
que te ama viciosamente,500
aunque es caso contingente.
Mar.
¡Y cómo si puede ser!
y esto tengo por verdad.
Mar.
Mi querida Dorotea,
plega al Cielo que así sea:
él rija su voluntad.
De contino trae en la boca515
mi nombre, a hurto me mira,
gime a solas y suspira,
las manos me besa y toca;
pues podrá ser que su dama
se llame señora así,
y que se parezca a ti
si de hermosa tiene fama.530
Entra Don Antonio, hermano de Marcela.
Escuchémosle, y advierte535
cómo de Marcela trata.
Ant.
Es tu ausencia la que mata,
no el desdén, aunque es tan fuerte.
¡Ay dura ay importuna ay triste ausencia!
¡Cuán lejos debió estar de conocerte,540
el que al furor de la invencible muerte
igualó tu poder y tu violencia!
Que cuando con mayor rigor sentencia,
¿qué puede más su limitada suerte
que deshacer la liga y nudo fuerte545
que a cuerpo y alma tiene inconveniencia?
Tu duro alfanje
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a mayor mal se estiende,
pues un espíritu en dos mitades parte.
¡Oh milagros de amor que nadie entiende!
Que del lugar de do mi alma parte,
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dejando su mitad con quien la enciende,
consigo traiga la más frágil parte.
¡Oh Marcela fugitiva
y sorda al lamento mío!
¿Cómo quiere tu desvío
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555
que ausente muriendo viva?
¿Dónde te ascondes?
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¿Qué clima
inhabitable te encierra?
¿Cómo a tu paz no da guerra
el dolor que me lastima?560
Dor.
¡Sí por cierto!
Nunca estés565
sola si fuere posible;
de que aspire a lo imposible
jamás ocasión le des.
Rómpase en tu honestidad,
en tu advertencia
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y recato,570
la fuerza de su mal trato,
que nace de ociosidad.
Y vámonos: no nos vea;
dé a solas rienda a su intento.
Mar.
Yo estoy en tu pensamiento,575
que es muy bueno Dorotea.
Éntrase Marcela y Dorotea.